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Roberto Fernández Villarino – SOCIO DIRECTOR GAUDIA
Omar E. Victoria Contreras – OV

El presente artículo es el desarrollo natural de alguna de las conclusiones planteadas en la ponencia que con el mismo título impartió Roberto Fernández Villarino durante la Semana del Derecho y los Negocios llevada a cabo en Santo Domingo, los días 22 y 23 de junio, organizada por la Fundación Institucionalidad y Justicia Inc. (FINJUS). A partir de ésta los autores reflexionan respecto al impacto que el fenómeno del greenwashing puede tener sobre el ámbito de las finanzas corporativas y de cómo la buena gobernanza tiene mucha incidencia para evitar que esto ocurra.


Medir para crecer, medir para creer y para hacer creer, constituye el mensaje y argumento que sobrevuela en una contemporánea gestión de la sostenibilidad. También nos ofrece la clave para:

a) Evidenciar lo que realmente hacen las organizaciones en materia ESG (Environmental, Social and Governance)

b) Cómo contrarrestar el greenwashing. De manera que nos referimos a medir con rigor, el equivalente a medir considerando las expectativas de los stakeholders (a partir del concepto del capitalismo de los actores de Friedman).

Para ello la gobernanza se sustenta absolutamente sobre la existencia de dos vectores: el primero la propia configuración o arquitectura de toma de decisiones en los órganos de gobierno; su orientación a fin de evitar trasladar a los actores información o datos que o bien son inexactos, o están sesgados, o no son comparables ni verificables, o no responden a sus expectativas. El segundo sobre la propia consideración del concepto escuchar a los actores más significativos para la empresa y luego considerar sus opiniones.

Estos son los ingredientes necesarios para la confección de la doble matriz de materialidad, herramienta que la reciente normativa europea -la Directiva de Sostenibilidad de noviembre de 2022- prevé para garantizar la rigurosidad y comparabilidad de la información que las organizaciones tienen que reportar en sus memorias de sostenibilidad. En esta materia vamos sin duda a un modelo de rendición de
cuentas integrado por las cuentas anuales junto con la información ESG. Un modelo de sostenibilidad integrada que hemos querido representar en esta infografía representativa del espacio estratégico de las organizaciones en el que enfocar su modelo de negocio y que
tiene mucho que ver con el argumento de que no todas las actividades de mayor impacto positivo se corresponden con un mayor valor para la organización. La confección de la doble matriz de materialidad (doble) ayuda a delimitar las fronteras sobre las que enfocarse.

Sobre la base de lo anterior debemos considerar el rápido y profundo crecimiento que la gestión de la sostenibilidad ha sufrido en los últimos tres o cuatro años. Aunque muchos son los factores que han coadyuvado a este rápido crecimiento -desde la presión social, el contexto climático, etc.- el impulso legislativo generado por la necesidad de ofrecer seguridad jurídica a inversores se posiciona como el más determinante. Como consecuencia de ello, son las normas de reporte las que han impulsado una tecnificación y rigurosidad en la gestión de la sostenibilidad que se percibe con claridad en la aparición de todo un amplio repertorio de conceptos, técnicas y procedimientos con los que conviene familiarizarse. Entre estos citamos -a modo de ejemplo- la taxonomía que, en esencia, se trata de un sistema de clasificación de actividades sostenibles.
La tendencia de las métricas -mediante lo que definimos los distintos sistemas de medidas utilizados para evaluar y cuantificar el rendimiento ESG- es hacia su progresiva estandarización. Marcan las pautas los estándares internacionales, entre ellos, el Global Reporting Initiative (GRI), Sustainability Accounting Standards Board (SASB), TaskForce on Climate-related Financial Disclosures (TCFD) y Principles for Responsible Investment (PRI). La selección de las métricas por parte de las organizaciones debe estar en todo caso alineada con sus objetivos estratégicos y operativos. Finalmente, los indicadores -que se trata de una medida cuantitativa o cualitativa que se utiliza para evaluar y monitorear el rendimiento de una empresa, organización o entidad tienden a un alto grado de diseño y actualización por parte de las organizaciones.
Frente a ello, entendemos como greenwashing (o social washing), aquella distancia entre las afirmaciones y los hechos. Se trata de afirmaciones falsas, exageradas, tendenciosas, difícilmente o con pocas posibilidades de verificación y comparabilidad. Pero también aquellas que están poco o nada ajustadas a las expectativas de información de los stakeholders. A partir de este concepto, se manifiestan algunas cuestiones como las denominadas skills greenwashing, que implican afirmar que se tienen conocimientos especializados en materia ESG sin poseer un historial material creíble o una formación suficiente para justificar estas afirmaciones (Schumacher 2022). Este resulta un fenómeno de especial relevancia por cuanto ya tenemos evidencias directas entre el greenwashing y el skills greenwashing en el área de las finanzas, la inversión ESG y la sostenibilidad corporativa.

Algunos ejemplos para contrarrestar esta peligrosa tendencia es la Certificación ESG de la International Association for Sustainable Economy (IASE), que tiene como objetivo promover, educar y avalar las competencias en ESG para que la profesionalización contribuya a una real transición hacia una economía verde.


Visto el concepto y sus derivadas, cabe resaltar algunas de las consecuencias del greenwashing:

  1. Socaba los cimientos del crecimiento económico sostenible, la productividad verde, concepto cada vez más utilizado en los departamos de gestión de los recursos humanos de todo tipo de organizaciones.
  2. Pone en el riesgo el cumplimiento del Green Deal Europeo.
  3. Genera riesgos para mercados (ganancias inexistentes o mejoras inmateriales en innovación tecnológica
    medioambiental).
  4. Provoca falta de racionalización de la cadena de suministro.
  5. Afecta la gobernanza empresarial (o el modelo de gobernanza provoca el fenómeno).
  6. Aumenta el riesgo de generar “complacencia” de las sociedades.
  7. Aumenta el riesgo de inacción de los stakeholders, institucionalización de la falta de rigor de esta información. Elemento sin duda especialmente perniciosos por cuanto la sociedad puede terminar asumiendo, y formando parte de su cultura, de que la información que se suministra no siempre es certera o verificable.

Si tratamos el greenwashing en el sector financiero, debemos comenzar afirmando que el sector financiero desempeña un papel central en la orientación de los fondos hacia el desarrollo sostenible y el crecimiento ecológico. En este sentido se ha producido un rápido y significativo incremento en el crecimiento de la inversión sostenible (desde 2012 a 2022: de 13,3 billones de dólares a 35.2 billones). Así mismo existen evidencias de que la inversión ESG genera un rendimiento financiero superior (Friede et al; 2015). También la existencia de un “greenium”, o mejora de las condiciones financieras que disfrutan los bonos verdes en relación con sus homólogos convencionales, en términos de tipos de interés, diferenciales de bonos, etc. (Liu et al; 2022). A su vez, el rápido y profundo crecimiento de estos datos ha generado una mayor preocupación entre académicos, legisladores, reguladores y partes interesadas de la industria, que han identificado un número creciente de riesgos de greenwashing en los últimos años (In y Schumacher; 2021).


En este contexto, diferentes acciones se han adoptado a nivel mundial -fuera del sector financiero-:

  • Naciones Unidas ha lanzado una guía contra la “eco impostura”.
  • La autoridad de normas publicitarias del Reino Unido ha puesto en marcha normas más estrictas para las empresas que hacen declaraciones medioambientales en sus anuncios.
  • El gobierno canadiense ha adoptado un sistema de etiquetado de productos biodegradables para garantizar una información precisa.
  • La Comisión Australiana de Competencia y los Consumidores ha emprendido acciones legales contra las empresas que hacen afirmaciones medioambientales falsas o engañosas.
  • A nivel de consumidores, recientemente se ha presentado una demanda en el Juzgado de Missuri (10.05.2023) instada por María Guadalupe Ellis mediante la que acusa a Nike de hacer afirmaciones falsas sobre sus productos calificándolos como “sostenibles” cuando no “están a la altura de estas afirmaciones”, y de crear un “imaginario verde”. Etiquetado: “hecho con fibras recicladas”, “reduce nuestra huella de carbono”, “move to zero.”

A su vez, en el sector financiero a nivel internacional se están implementando una serie de medidas tendentes a la mitigación del fenómeno, entre ellas:

  • Los principios de Ecuador, que resultan ser un marco para que las entidades financieras gestionen los riesgos sociales y medioambientales en la financiación de proyectos.
  • La Comisión de valores de EEUU (SEC) ha aprobado propuestas para mejorar escrutinio de los fondos ESG y las prácticas ESG de los asesores.
  • Los denominados Bonos Climáticos: sistema de certificación para los bonos que financian proyectos con impactos ambientales positivos.
  • El Carbon Disclosure Project, que anima a las empresas a revelar sus emisiones de gases de efecto invernadero y los riesgos y oportunidades relacionados con el clima.

No obstante, es en el marco de la Unión Europea donde pueden destacarse mayores avances a nivel normativo. Citamos principalmente la Directiva sobre Cumplimiento Debido (2021), la Directiva sobre Sostenibilidad (2022), así como el Reglamento de Divulgación de Información sobre Finanzas Sostenibles (SFDR) (2021). Este último exige a los participantes en los mercados financieros que divulguen información sobre el impacto medioambiental y social que tienen sus productos de inversión. De manera especial destaca la reciente propuesta de reglamento del parlamento europeo y del consejo sobre la transparencia y la integridad de las actividades de calificación ESG (13.06.2023). Su primer artículo literalmente recoge lo siguiente:

“El presente Reglamento introduce un enfoque regulador común para reforzar la integridad, la transparencia, la rendición de cuentas, la buena gobernanza y la independencia de las actividades de calificación ESG, contribuyendo a la transparencia y la calidad de las calificaciones ESG. Su objetivo es contribuir al buen funcionamiento del mercado interior, logrando al mismo tiempo un elevado nivel de protección de los consumidores y los inversores e impidiendo el greenwashing u otros tipos de información errónea, en particular socialwashing, introduciendo requisitos de transparencia relacionados con las calificaciones ESG y normas sobre la organización y conducta de los proveedores de calificaciones ESG.”

Como apuntábamos en las líneas iniciales de este artículo, la norma de reporte europea (SFDR, por sus siglas en inglés) ha tenido un evidente protagonismo en la consolidación del ESG en la gestión ordinaria de las organizaciones, pero también para evitar el greenwashing. Esto se puede evidenciar en estudios que indican que el SFDR ha reducido efectivamente el lavado verde en el sector financiero. Además, el estudio revela un efecto significativo del SFDR en la reducción del greenwashing en el sector no financiero (Ding 2023; Universidad de Chicago):

Algunas consideraciones finales:

  • La sociedad en general, pero también los agentes sociales, los gobiernos, los mercados -entre ellos fundamentalmente el financiero- terminarán expulsando a aquellas organizaciones que planteen información ESG lo verificada o alineada con las expectativas de sus actores.
  • La buena gobernanza se configura como un instrumento absolutamente determinante para eliminar la posibilidad de que las organizaciones ofrezcan una información no veraz. Desde la configuración de los órganos de decisión, pasando por los procesos de escucha y consideración de los stakeholders, sin olvidar aspectos prácticos de gran calado como el que se recoge en la Directiva sostenibilidad, en el sentido de que los directivos “vincular su retribución variable con la implementación de objetivos ESG.”
  • Importancia estratégica de apostar por el conocimiento aplicado y por los proveedores de medición de desempeño ESG con metodologías contrastadas y también verificables.
  • Responsabilidad de la consultoría ESG: se trata de ser responsables con la ciudadanía.

Fuentes:
Baldi, F., & Pandimiglio, A. (2022). The role of ESG scoring and greenwashing risk in explaining the yields of green bonds: A conceptual framework and an econometric analysis. Global Finance Journal, 52, 100711.
Chiu, I. H. (2022). The EU sustainable finance agenda: Developing governance for double materiality in sustainability metrics. European Business Organization Law Review, 23(1), 87-123.
Choi, S. (2023). ESG Metrics: Safeguard against Greenwashing or Safe Harbor for Greenwashing? Geo. Wash. J. Energy & Env’t L., 14, 27.
Ding, C. (2023). Regulating Greenwashing: Spillover Effects of Sustainable Financial Disclosure Regulation.
Förster, P. (2022). The Double Materiality Principle (Article 19a NFRD) as Proposed by the Corporate Sustainability Reporting Directive: An Effective Concept to Tackle Green Washing? Springer.
Pompella, M., & Costantino, L. (2023). ESG Disclosure and Sustainability Transition: A New Metric and Emerging Trends in Responsible Investments. TalTech Journal of European Studies, 13(1), 8- 39.
Salvi, A., & Martielli, F. (2022). ESG scores’ diversity as a greenwashing perception. En Sustainable Business Concepts and Practices (pp. 1382-1384). EuroMed Press.
Schumacher, K. (2022). Environmental, social, and governance (ESG) factors and green productivity: The impacts of greenwashing and competence greenwashing on sustainable finance and ESG investing. APO Productivity Insights, 2, 11.